INTRODUCCIÓN
La
comunicación siempre ha sido un tema muy importante para el hombre y
al mismo tiempo un punto que ha conseguido la atención y la
investigación de los humanos para satisfacer la necesidad continúa
de comunicarse.
Como
la mayoría de los inventos, este también fue un proceso de
desarrollo de pasos anteriores.Es decir: gracias a los
descubrimientos e inventos en el campo de la física, la electricidad
y el magnetismo
fue posible el llegar a transmitir sonidos a distancias.
Uno de los grandes avances tecnológicos en telefonía se realizó pocos años después de que el teléfono fuera patentado por Graham Bell (1876). En 1889, Almon Brown Strowger, un profesor y funerario, inventó la centralita automática, dispositivo que patentó en 1891. Hasta ese momento, la conexión entre la persona que llamaba y la que recibía la llamada telefónica era indirecta. Ambas partes no podían establecer contacto directamente y sin intermediario, sino que era necesario, por requerimientos técnicos, que una centralita los enlazara. La primera conexión telefónica pública de este tipo se realizó en una centralita de funcionamiento manual de Estados Unidos (1878), a la sazón el único método posible. En las centralitas manuales la distribución de llamadas se hacía con operadoras (casi siempre eran mujeres) que se encargaban de la conexión de las clavijas de la red en las tomas que correspondieran. De este modo, la persona que efectuaba la llamada telefónica realmente estaba contactando primero con la centralita, que enchufaba la clavija en la toma que correspondiera a la persona destinataria de la llamada.
La proliferación de los teléfonos, que fue exponencial, obligaba a la existencia de muchísimas centralitas y operadoras, que ejercían una labor incesante y frenética. Esto también implicaba, por lo tanto, que las llamadas telefónicas no fueran inmediatas. Cuanto más larga fuera la distancia, más centralitas estarían implicadas, más operadoras tendrían que insertar las clavijas de la red y, en consecuencia, más tiempo había que esperar para conseguir llegar al destinatario. Las operadoras se profesionalizaron pronto y la celeridad y precisión acabaron siendo la premisa de su puesto. Las llamadas trasatlánticas podían demorarse hasta dos horas antes de que sonara el teléfono del destinatario, aunque la profesionalidad de las operadoras solía reducirlo a una media de 15 minutos. A nuestros ojos, una espera intolerable. En el siglo XIX y principios del XX, nunca se había observado una velocidad de contacto entre Europa y América tan rápida. No sería incorrecto decir que para el grueso de la población, el teléfono representaba una maravilla propia de una novela de Julio Verne.
A pesar de la comodidad de la centralita automática, las centralitas manuales han persistido con fuerza hasta los años 60 (en España, algo más), debido a que las operadoras telefonistas fueron asumiendo nuevas responsabilidades y funciones más allá de la simple conexión de clavijas. Poco a poco, muchas de estas profesionales fueron tomando carácter de secretarias de las compañías y, entre sus tareas, destacaban ciertos aspectos del trabajo administrativo de oficinas y recepciones. Esto justificó su permanencia en el sector.
La central telefónica o centralita ha seguido su evolución y hoy continúa siendo un elemento imprescindible en la red de telecomunicaciones. Los equipos de transmisión y conmutación posibilitan la conexión entre las líneas de los abonados, que acaban en las centralitas, y mediante enlaces intercentrales se comunican con otras centralitas de igual o distinta jerarquía. De algunas centralitas también parten los enlaces interurbanos que permiten la conexión entre diferentes poblaciones.
Las centralitas: un intermediario imprescindible
Uno de los grandes avances tecnológicos en telefonía se realizó pocos años después de que el teléfono fuera patentado por Graham Bell (1876). En 1889, Almon Brown Strowger, un profesor y funerario, inventó la centralita automática, dispositivo que patentó en 1891. Hasta ese momento, la conexión entre la persona que llamaba y la que recibía la llamada telefónica era indirecta. Ambas partes no podían establecer contacto directamente y sin intermediario, sino que era necesario, por requerimientos técnicos, que una centralita los enlazara. La primera conexión telefónica pública de este tipo se realizó en una centralita de funcionamiento manual de Estados Unidos (1878), a la sazón el único método posible. En las centralitas manuales la distribución de llamadas se hacía con operadoras (casi siempre eran mujeres) que se encargaban de la conexión de las clavijas de la red en las tomas que correspondieran. De este modo, la persona que efectuaba la llamada telefónica realmente estaba contactando primero con la centralita, que enchufaba la clavija en la toma que correspondiera a la persona destinataria de la llamada.
Las operadoras de las centralitas manuales
La proliferación de los teléfonos, que fue exponencial, obligaba a la existencia de muchísimas centralitas y operadoras, que ejercían una labor incesante y frenética. Esto también implicaba, por lo tanto, que las llamadas telefónicas no fueran inmediatas. Cuanto más larga fuera la distancia, más centralitas estarían implicadas, más operadoras tendrían que insertar las clavijas de la red y, en consecuencia, más tiempo había que esperar para conseguir llegar al destinatario. Las operadoras se profesionalizaron pronto y la celeridad y precisión acabaron siendo la premisa de su puesto. Las llamadas trasatlánticas podían demorarse hasta dos horas antes de que sonara el teléfono del destinatario, aunque la profesionalidad de las operadoras solía reducirlo a una media de 15 minutos. A nuestros ojos, una espera intolerable. En el siglo XIX y principios del XX, nunca se había observado una velocidad de contacto entre Europa y América tan rápida. No sería incorrecto decir que para el grueso de la población, el teléfono representaba una maravilla propia de una novela de Julio Verne.
Sin
embargo, el uso de la centralita manual implicaba también la pérdida
de privacidad, ya que las operadoras podían escuchar las llamadas o
manejarlas a su antojo. Esta circunstancia fue el germen inspirador
del invento de Almon B. Strowger, la centralita automática.
La resistencia de las centralitas manuales
A pesar de la comodidad de la centralita automática, las centralitas manuales han persistido con fuerza hasta los años 60 (en España, algo más), debido a que las operadoras telefonistas fueron asumiendo nuevas responsabilidades y funciones más allá de la simple conexión de clavijas. Poco a poco, muchas de estas profesionales fueron tomando carácter de secretarias de las compañías y, entre sus tareas, destacaban ciertos aspectos del trabajo administrativo de oficinas y recepciones. Esto justificó su permanencia en el sector.
Las centralitas, hoy
La central telefónica o centralita ha seguido su evolución y hoy continúa siendo un elemento imprescindible en la red de telecomunicaciones. Los equipos de transmisión y conmutación posibilitan la conexión entre las líneas de los abonados, que acaban en las centralitas, y mediante enlaces intercentrales se comunican con otras centralitas de igual o distinta jerarquía. De algunas centralitas también parten los enlaces interurbanos que permiten la conexión entre diferentes poblaciones.
Empresas,
organizaciones e, incluso, algunos hogares pueden disponer de
centralitas privadas que comunican extensiones o anexos, un método
muy útil para simplificar las comunicaciones internas de la compañía
o vivienda, así como de gestionarlas y canalizarlas.
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